Medehollín
Cuando niño, recuerdo, que venía con mi papá a Medellín, y caminábamos sus calles enloquecidas y populosas, y yo, con mis ojos negros grandes y brillantes, me sorprendía de todo. Incluso ese aire negro que salía por los escapes de los buses y me hacían lagrimear, me tomaba por sorpresa. Mi padre, con su pañuelito me limpiaba los ojos, y me decía que nos cambiáramos de puesto en el transporte o nos pasáramos de calle.
Medellín era peligrosa y hacía llorar. Ese era el resumen que muchos años guardé en mi cabeza.
Ya estamos en el presente, y el presente es el 2017, y Medellín sigue estando en un valle que no permirte que el aire se escape rápido, y sigue usando combustibles pesados en carros obsoletos, y la buena economía ha permitido que año tras año más y más gente compre carrito y motico. En fin, nos estamos matando solitos.
Todos estos meses, me he sentido respirando aire malo, que pica, que seguramente nos anda enfermando silenciosa y efectivamente.
En la ciudad donde le ponen tarjeta amarilla a los desmovilizados que hacen fechorías, ahora andan haciéndose los locos para decretar alerta roja por grave contaminación ambiental. Todo porque se disminuyen las ventas de los comerciantes.
Te escribo aquí para asegurarme que este mensaje te llegué. Te escrib ...