La trascendencia política de lo efímero: Luis Tejada

Luis Tejada, a pesar de haber existido hace más de un siglo, y además, muerto muy joven, su pequeña obra es una delicia, y se ha vuelto de culto por lo difícil de hallar en forma de libro.

Luis Tejada, la trascendencia politica de lo efimero 03

Ninguno de sus temas, ya sea pequeño y cotidiano, trascendental y universal, es ajeno a esta capacidad de poner todo junto, lo pequeño y lo grande, lo sublime y lo terrenal, en una sola y menuda caja de sorpresas: la crónica.

Carlos Vidales.

Este es un libro de crónicas muy variadas, recopilado por una editora independiente, que hila eso de lo político y de lo efímero, temas que tan magistralmente manejó Tejada.

Podría decirse, en general, que el hombre moderno es más nervioso, más desequilibrado y más urgido que el hombre antiguo; la civilización lo ha enloquecido, haciéndole perder el sentido de la medida y de la proporción, haciéndole perder un poco la conciencia de sí mismo, arrojándolo en el torbellino de las ciudades como la hoja en el huracán.

Y lo repetiré cuantas veces pueda: Luis Tejada parece que escribió ayer, parece un bloguero de hoy, un cronista que escribirá del tema de moda el próximo domingo.

Simplemente quiero insinuar que la pobreza decente, holgada y sencilla es en este siglo profundamente igualitario y violento, una base de seguridad personal y una garantía de paz y de estabilidad.

Su humor, su forma de escribir desde lo divertido y absurdo sobre lo serio y trágico del país, que ahora tantos portales de Fake News aprovechan de lo lindo, ya Tejada, y muchos de sus colegas y maestros, ya lo había inventado y reeinventado hace un siglo.

El filósofo se ha hecho galante y mundano y acomoda su visión del universo al gusto de las señoritas elegantes; el sabio pone su capacidad investigadora al servicio del simple progreso industrial; el .artista se vende al mercader, que comercializa la belleza de todas las formas posibles; .el poeta hace el elogio rítmico de los específicos y de los ungüentos o escribe sobre medidas para las revistas y los periódicos; y e.1 novelista fabrica folletines halagüeños.

Esta crisis general de la cultura es lógica y explicable, porque no era presumible en la época en que la bailarina mediocre se enriquece exhibiendo sus piernas, y el odioso tenor de ópera acumula millones en el ejercicio de su arte inferior y el brutal campeón de boxeo es fabulosamente retribuido, y el execrable tipo de peliculista cómico gana más que mil profesores de universidad, no era presumible que en medio de la munificencia circundante, sólo el trabajador intelectual permaneciera sumido en la dolorosa estrechez económica, acorralado dentro de la miserable vida del proletariado; tenía que venir una reacción inconsciente, estimulada por el instinto natural que impulsa a la holgura y al confort y por el ejemplo circundante de los otros órdenes de actividad intelectual mercantil, que han logrado independizarse y prosperar económicamente. Por eso el intelectual clásico puro empieza a claudicar acosado por el sentimiento de la inferioridad social, de las malas condiciones de vida a que se le ha relegado, por olvido, por ingratitud y por incomprensión; el intelectual empieza a abandonar su guardilla pobre y eminente, de donde ha salido todo lo grande y lo bello que hay hoy teórica y prácticamente, y a descender al tumultuoso y pingüe tinglado del mercado público en que todo se vende y se compra.

Podría copiar todas las frases audaces y brillantes que anoté, pero basta con decir que es mejor leer a Luis Tejada que un clásico, porque el de Barbosa ya es un clásico de la literatura local.

Recostar la cabeza sobre el seno santo de la abuela, es limpiar el alma de todos los pecados, es hacerse virginal y pequeño como un niño. Yo lo sentí así.

El niño que aprendió a leer con el periódico de su familia, y fue criado por personajes históricos de Colombia, nos dejó letras, y por eso anda todavía por aquí, fumando de su pipa, caminando con su sombrero en medio de tanto hipster.

… A los que van como el Octavio Romeu de «Xenius», buscando un interlocutor en medio de esta humanidad enmudecida.

 

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